Vicentin, una de las empresas símbolo del complejo agroindustrial argentino, parece haber encontrado una bocanada de aire en medio del asedio financiero, judicial y operativo que la acecha desde hace más de cuatro años. Con un pasivo original de US$ 1.350 millones y un rojo posconcursal que ya supera los US$ 30 millones, la compañía concursada podría volver a operar gracias a un acuerdo inusual: sus propios competidores salieron a auxiliarla, según informó Forbes Argentina.
Ocho empresas líderes del comercio y procesamiento de granos —Viterra, Bunge, ACA, Molinos Agro, Unión Agrícola Avellaneda, Cargill, Dreyfus y el Grupo Grassi— firmaron contratos de fasón por seis meses para procesar más de 500.000 toneladas de soja mensuales en las plantas de Vicentin. El acuerdo fue alcanzado tras la intervención judicial del juez Fabián Lorenzini y con la mediación del ministro de Trabajo de Santa Fe, Roald Báscolo.
El objetivo es claro: reactivar la planta de molienda ubicada en San Lorenzo, al norte de Rosario, garantizar los empleos de unos 1.000 trabajadores y sostener la unidad productiva mientras se dirime el futuro legal y financiero de la firma. "La medida permite mantener la paz social y las plantas operando mientras avanza el proceso concursal", celebró el Sindicato de Obreros y Empleados Aceiteros (SOEA).
El mecanismo elegido por las compañías es el contrato de fasón: un acuerdo por el cual las empresas aportan la materia prima —en este caso, soja— y Vicentin realiza el procesamiento industrial a cambio de un pago por servicio. Los contratos firmados contemplan entre 350.000 y 380.000 toneladas mensuales para la planta de San Lorenzo, y otras 250.000 toneladas destinadas a la planta de Ricardone.
Si bien el acuerdo ofrece una salida transitoria, su trasfondo revela una trama de intereses que van más allá de la solidaridad sectorial. Varias de las compañías involucradas son acreedoras de Vicentin. Para ellas, mantener viva la operación no solo permite recuperar al menos parte de su dinero, sino también evitar una eventual quiebra que dinamitaría el valor residual de la empresa. Fuente: Forbes Argentina