La diferencia entre las metas (u objetivos) y la utopía es que las primeras son alcanzables. Se puede trabajar tenazmente para cumplirlas y, una vez logradas, ponerse una meta más ambiciosa. Las utopías, por definición, son inalcanzables. Por supuesto, qué mejor que ser todos sanos, ricos y felices, pero lamentablemente las cosas no son así. 

Uruguay se había impuesto de una forma más o menos implícita el objetivo de llegar a una producción anual perdurable de 3 millones de terneros. Dado el resultado del Taller de Gestación organizado por INIA Treinta y Tres, que arrojó una tasa de preñez de 82,1% (la segunda más alta del siglo, solo detrás del año anterior), es muy probable que Uruguay contabilice más de 3 millones de terneros tanto en 2025 como en 2026. Lo que parecía una meta ambiciosa —que solo se había alcanzado una vez en la historia, en 2020— parece haberse logrado. Es momento, entonces, de establecer eso como base para seguir avanzando. El siguiente objetivo podrían ser los 3,5 millones de terneros por año de forma sostenida, con lo que todos los años habría tantos terneros como personas en el país.

Es ambicioso, pero a las vistas de la tendencia hacia el desarrollo de la ganadería en el país, alcanzable. Quizás en unos 10 años más haya que plantearse alcanzar los 4 millones.

Por supuesto que una condición indispensable para que esto pase es que la carne vacuna siga siendo un alimento apreciado en el mercado internacional. Parece claro que será así, aunque hay que dar las batallas indispensables para combatir las tendencias al veganismo que surgen desde sectores fundamentalmente europeos. Para ello sería clave unir esfuerzos con los principales países exportadores, tanto de dentro como de fuera de la región.

Salvado este escollo, lo otro indispensable es contar con la mejor inserción internacional posible, con acceso a la mayor cantidad de mercados y con barreras para el ingreso relativamente bajas. Uruguay trabaja bien en este sentido y, paso a paso, se van logrando avances, aunque siempre queda camino por recorrer. La inserción internacional no debe ser solo para la carne, sino también para los animales vivos, variable esencial para quitarle volatilidad al precio de los terneros y permitirle al sector criador, que es el que no le puede trasladar eventuales bajos precios a un paso anterior de la cadena (porque es el primero) tener ciertas certezas de buenas ventas.

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